I was sat in a church meeting the other day, a great band were playing on stage, there were the words on the screen, coffee was served at the beginning, people smiled and said hello. I guess for some this would be quite an atypical experience of church, but to me it was familiar, all too familiar. There was nothing wrong with what was going on, but I realised that in my head these familiar sights had come to be what I recognised as church … when in fact they are but vestments of something far bigger and far deeper than what can be contained in an overhead projector. And do those clothes even fit anymore?
Let me explain: in my previous post I described the idea of God hiding his message of love to humanity in the form of a man Jesus. The man disguise was very specific, it allowed those who sought him from the heart to find him, it dignified the outcasts of society, it inverted our concepts of power and invited us into deeper communion with our Creator, it showed us how to be human. According to the bible, when Jesus ascended to heaven, he deposited not only his truth but his Spirit in the hearts of believers in order to continue transmitting his message to the world. The church, the body of believers, the new disguise.
It’s normal then to see that the outward appearance of church looks different across the world and has changed much over the centuries. This is all well and good, if the wrapping paper doesn’t become the gift. Who, apart from cats and toddlers, unwraps a present and then throws away the present in favour of the wrapping paper? Or worse, to take the analogy further (maybe too far) which one of you, seeing that the present is the wrong shape for the wrapping paper, would break the present in order to fit it into the wrapper? Or indeed who of you would get so obsessed with the wrapping paper that you gradually forget about the gift and don’t even bother including it.
Church is not buildings, or lights, or screens, or candles, or stain-glass windows, archbishops or electric guitars, or seats even. It’s Jesus wrapped up in people, people wrapped up in Jesus, that is, the real bloodstained, dusty footed loud laughter Jesus who carried the weight of heaven in his pocket.
That is why I think as communities of believers we need to regularly shed our cultural skins, question our beloved formats, change our ways, our songs, our clothes, lest people mistake them for Christianity. This is about creative stripping. This is about getting back to the deep roots of the faith and letting new shoots grow. This could look like so many things … but it must always smell the same, it must always smell of love and dust and blood.
Disfrazes 3 - La iglesia
Así que la pregunta siguiente, y probablemente la que inspiró a toda esta serie de pensamientos, es esta: ¿Cómo se reconoce la iglesia?
Estaba sentada en una reunión de la iglesia el otro día, ungrupo de musica muy bueno estaba tocando en el escenario, venian las palabras en la pantalla, el café se sirvió, la gente sonreía y decía hola. Supongo que para algunos esto no es una experiencia tipica de iglesia, pero para mí sí, era familiar, demasiado familiar. No había nada de malo en lo que estaba pasando, pero me di cuenta que en mi mente estas vistas familiares habían llegado a ser lo que entendí y reconocí como la iglesia ... cuando en realidad no son más que vestiduras de algo mucho más grande y más allá de lo que se puede contener en un proyector. ¿Y esa ropa que llevamos todavía nos cabe bien?
Me explico: en mi post anterior exploré la idea de como Dios ocultó su mensaje de amor a la humanidad en la forma de un hombre Jesús. El disfraz hombre era muy específico; permitió encontrarlo a los que lo buscaba del corazón, se dignificó los marginados de la sociedad, inviertió los conceptos de poder y nos invitó a una comunión más profunda con nuestro Creador ... nos mostró cómo ser humano . Según la Biblia, cuando Jesús ascendió al cielo, depositó no sólo su verdad, pero tambien su Espíritu en los corazones de los creyentes, para continuar transmitiendo su mensaje al mundo. La iglesia, el cuerpo de creyentes, el nuevo disfraz.
Es normal, entonces, que el aspecto exterior de la iglesia se ve diferente en todo el mundo y que haya cambiado mucho a lo largo de los siglos. Esto esta todo bien y bueno, mientras el papel de regalo no se convierte en el regalo. ¿Quien, menos de los gatos y niños pequeños, desenvuelve un regalo para luego tiraarlo a la basura en favor del papel de envolver? O peor, empujando la analogía más (tal vez demasiado), ¿quienes de vosotros, al ver que el regalo tiene la forma que no va con el papel de regalo, rompería el regalo con el fin de encajarlo mejor? O de hecho, ¿quien llegaría a ser tan obsesionado con el papel del regalo que se le olvidase poco a poco del regalo ni siquiera se molestarían a incluirlo?
La iglesia no es edificios, ni luces, ni pantallas, ni velas, ni vidrieras, arzobispos o guitarras eléctricas, ni siquiera asientos. La iglesia es Jesús envuelto en las personas y las personas envueltas en Jesús, quiero decir, la verdadera Jesús manchado de sangre y barro, riéndose a carcajadas y llevando el peso de los cielos en su bolsillo.
Es por eso que creo que como comunidades de creyentes, necesitamos arrojar regularmente nuestras pieles culturales, cuestionar nuestros formatos queridos, cambiar nuestras costumbres, nuestras canciones, nuestra ropa, para que las personas no los confunden con el cristianismo. Este consiste en estriptís creativo. Se trata de volver a las raíces profundas de la fe y dejar que crezcan nuevos brotes. Y esto podría tomar muchas formas ... pero siempre ha de oler el mismo, siempre debe oler de amor y de barro y de sangre.